viernes, 5 de marzo de 2010

Comienzo auspicioso, de gran compromiso popular (5 de Marzo 2010)



«Si vos no cambiás, nada cambia
aunque tu presidente sea Fidel»
Agarrate Catalina
El lunes 1º de marzo se vivió una
fiesta merecida de pueblo. Miles de
uruguayos acompañaron en la calle
-y decenas de miles la siguieron por
televisión- la asunción del compañero
José Mujica como Presidente de
la República. El festejo nos enorgullece
por el clima en que se dio el
cambio de gobierno; es muy difícil
ver en otros países que el mandatario
saliente y el entrante estén a cielo
abierto, caminando entre la gente
y siendo aplaudidos por igual.
Los discursos pronunciados por Mujica ese
día –y el siguiente- fueron rápidamente analizados
por la derecha, para tratar de remarcar
en ellos a un estadista que pareciera
que surgió de la nada. Quien conozca un
poco la historia del compañero presidente
no puede creer que sus discursos son vacíos
de contenido. Se puede discrepar con
ellos –en partes sustanciales, incluso desde
la izquierda- tanto en la forma como en
el contenido. No obstante, es innegable que
existe sustancia en sus palabras, independiente
del carisma que las sustenta con la
mayor fuerza.
No es el momento, a unos días de asumir,
de puntualizar las discrepancias que generan
algunas partes del discurso de asunción.
Igualmente debemos señalar que nos llamaron
la atención algunas de las ausencias
nada menores, como la «verdad y justicia»
(más aún en la cercanía de la resolución
sobre Bordaberry) o la falta de mención expresa
del programa del Frente Amplio como
eje del futuro gobierno.
Nos vamos a detener en aquellas afirmaciones
que hacen al rumbo general del gobierno
y a nuestra interpretación de algunas
de ellas.
En el plano internacional existe una clara reivindicación
de la unidad latinoamericana y
la presencia de varios de los presidentes que
representan el giro político del continente son
una señal que favorece sin duda un proceso
de integración regional que compartimos.
A ello se suma un relacionamiento personal
con algunos de los dirigentes que encabezan
estos procesos avanzados que no es de
despreciar al momento de buscar salidas en
común.
Varios analistas hicieron hincapié en las aseveraciones
económicas. Cualquier observador
informado se daba cuenta, más aun
después de la conformación del equipo económico,
que los equilibrios
macroeconómicos se iban a mantener. Es
lo que se afirma con ser «ortodoxos en la
macroeconomía». En ese sentido no es necesario
recordar nuestra discrepancia con
esta aseveración a secas que implica, en su
aplicación, la reducción o estancamiento del
gasto público. Lo interesante es que la misma
se relativiza con ser «heterodoxos,
innovadores y atrevidos, en otros aspectos».
Si bien la primera afirmación resulta «provocativa
», hay una clara intención de que el
Estado tenga un papel activo. En ese sentido
está claro que apostaremos en todos
los niveles en que participamos a que el papel
productivo del Estado se profundice. «Durante
la crisis, para rescatar lo que quedaba
en pie, se rompieron dogmas que parecían
sagrados, se decretó la muerte de los
paradigmas vigentes y se volvió a la política,
como a un refugio de esperanza. Hoy ante
los desafíos no previsibles de la realidad, casi
todos pensamos que ningún camino puede
descartarse a priori. Ninguna experiencia desconocerse,
ninguna fórmula archivarse para
siempre. Sólo el dogmatismo quedó sepultado
». Tal manera de decir las cosas la interpretamos
como una reafirmación del accionar
político por sobre la economía y por lo
tanto de un gobierno que no debe dudar
en aplicar medidas anticíclicas si son necesarias.
En cuanto al Estado todos compartimos
que debe transformarse. Las discrepancias
aparecen en el momento concreto en que
se plantean los caminos para tal transformación.
En relación a las empresas públicas
lo que va estar en discusión no es el
modo «de propiedad social» sino la «gestión
de la cosa pública» y «sus resultados».
Ello es compartible si el cambio de gestión
promueve una mayor participación de trabajadores
y usuarios como está impreso
en el programa del Frente Amplio. Suscribimos
que «esta reforma no va ser en contra
de los funcionarios sino con los funcionarios.
». Lo hacemos porque implica generar
espacios concretos de participación,
que permitan a los trabajadores hacer suyos
los cambios a llevar adelante, en tanto
participan, proponen y resuelven.
Asumimos este segundo gobierno con la
responsabilidad de generar un conjunto de
acciones a mediano y largo alcance, que
son cuestiones estratégicas que se han
dado en llamar «políticas de Estado». Una
formulación por la cual existen políticas
que trascienden al gobernante concreto
porque van más allá de su período de gestión
pero determinan a futuro la estructura
socioeconómica del país. Como tales
estas políticas estratégicas no pueden ser
vistas al margen de la lucha de clases, entendida
como tal desde los intereses inherentes
que permanecen en juego y de las
consecuencias concretas que van a tener
en la distribución de la riqueza. Las clases
dominantes comprenden plenamente esto
y van a tratar de que las mismas sirvan a
sus propios intereses.
Entonces, compartiendo los triunfos alcanzados
y las expectativas de las mayorías
populares, sin duda hay que ser audaces
para no retroceder; apoyarse en los trabajadores
y el pueblo organizados, fortalecer
la estructura del Frente Amplio, intensificando
la participación desde los comités
de base. Y hacerlo con el entrañable compromiso
de que nuestro gobierno no quede
solo. Asimismo, la participación activa
de miles que respalden e impulsen el programa
del Frente Amplio desde el gobierno,
necesita, desde la gestión, espacios
concretos de participación para que la misma
no sea sólo formal.
Comienza un período plagado de contradicciones
pues avance significa resistencia
popular y contraofensiva de las clases
dominantes.
Al decir de nuestro novel Presidente, es el
camino del «purgatorio». Y siguiendo ese decir,
hay que transitar con un Virgilio que es el
programa del FA, para ir acercándonos cada
vez más a traer el «cielo» a la tierra.
NR: Todos los entrecomillados pertenecen a
los discursos de José Mujica el día de su asunción
como Presidente de la República.

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