jueves, 8 de julio de 2010

CON LA FRENTE EN ALTO. (9 de Julio 2010)




Estos días los uruguayos salimos a festejar por las calles de todo el país (y del mundo) y nos hemos puesto roncos de gritar por la gloriosa celeste. Hemos estado al borde del paro cardíaco palpitando cada minuto de los partidos. Hemos aplaudido la gallardía de nuestros jugadores aún en la derrota, porque nos sentimos identificados con una forma de jugar al fútbol. Sabiendo de nuestras carencias hemos potenciado nuestras habilidades. Siendo modestos sin doblegarnos ante nadie, han vuelto a respetarnos. Sin importar el próximo resultado, fue la demostración de que nuestro pequeño país si se hacen bien las cosas puede colarse entre las potencias del mundo. El “maestro” ha dejado entrever que estaría dispuesto a volver a dirigir a la selección con ciertas condiciones, que seguramente tienen que ver con invertir en el desarrollo de las divisionales juveniles y el enmarcar al conjunto de las selecciones en un proyecto general y de largo alcance. Se trata de pensar un proyecto de larga duración y no dejarse encandilar por la búsqueda de éxitos puntuales o de corto alcance. Ejemplo que puede ser extrapolado a otros aspectos de nuestro país. Somos un pequeño país rico en potencia, pero inserto en una división internacional del trabajo que nos convierte en dependiente de las necesidades de los países imperialistas. En los últimos 6 años el PBI ascendió a cifras record, crecimiento esencialmente basado en los altos precios que en el mercado internacional tienen nuestras materias primas. Si analizamos más profundamente vemos que dependemos de exportaciones básicas sobre la que los países desarrollados tienen subsidios y diversos mecanismos de protección. Aunque se logre la apertura de mercados, estos productos presentan tendencias poco dinámicas al largo plazo. Así por ejemplo: a) la demanda real tiende a crecer más lentamente que el ingreso de consumidores, b) los precios fluctúan fuertemente de acuerdo con los ciclos de la economía mundial, c) tienen una tendencia al deterioro secular. Los precios caen en la parte baja del ciclo pero no logran recuperar su nivel anterior en el auge. Para comenzar a romper con estos condicionamientos es necesario fortalecer políticas que apunten a elaborar productos primarios o bienes industrializados que contengan mayor valor agregado. Y lograrlo requiere inversión en tecnología y desarrollo del conocimiento científico-técnico. Las exportaciones basadas en recursos naturales presentan menor grado de diversificación, mayores dificultades de encadenamiento con el resto de la economía interna, menor elasticidad e ingreso de la demanda, precios con mayor volatilidad y en general, deterioro de los términos de intercambio. Sumado a ello se sigue manteniendo la misma concentración de la riqueza que en períodos anteriores. Los fenómenos de concentración, centralización y extranjerización se dan en cadenas importantes del sector agroexportador: forestación, carne, soja, arroz, lechería. La mayoría de esas inversiones extranjeras directas se producen sobre industrias ya en marcha. Los capitales buscan comprar empresas en funcionamiento, de gran rentabilidad y, en lo posible, monopólicas u oligopólicas. En nuestra burguesía existe una tremenda flexibilidad o permisividad para entregar sus empresas y tierras al capital extranjero. Esto no es extraño habida cuenta del carácter fuertemente rentístico de muchos grupos nacionales con propensión a la fuga de capitales. Las clases dominantes defienden esta forma de desarrollo económico porque sirve a sus intereses a corto plazo. Por eso se oponen a la intervención del Estado en la producción aunque eso signifique la extranjerización de amplios sectores de la economía. No es sorprendente que se opongan al reclamo de la central de trabajadores de reducir la jornada laboral en los lugares donde el desarrollo de la productividad lo permita. Ellos no están dispuestos a perder su tasa de ganancia, ni a invertir para mejorar la producción. Así queda claro en su argumento contrario al planteo del PIT-CNT. Nos dicen que el aumento de la productividad “puede darse si hay introducción de nuevas tecnologías y se capacita al personal, condiciones que no están al alcance de todas las empresas” y que el aumento de los puestos de trabajo “sólo puede darse en situaciones donde se avizora un constante crecimiento empresarial, algo que no es fácil predecir”. Además les preocupa que una vez que los trabajadores se acostumbren a la reducción horaria “es difícil que acepten volver a las ocho horas”[1]. Esta forma de pensar de amplios sectores empresariales es una traba para el desarrollo productivo de nuestro país. Los frenteamplistas conscientes de esta característica histórica, incluimos en nuestro programa de gobierno que el Estado debe tener un rol de “conductor, regulador social y emprendedor. En otros términos, funcional a un programa de crecimiento, distribución de la riqueza, modernización, democratización y de inclusión social. En síntesis, un Estado que debe ser recuperado para cumplir adecuadamente el rol orientador del desarrollo nacional”.[2]
Esto es una parte esencial de lo que se pondrá en discusión en la elaboración de la Ley presupuestal. Qué papel y con qué mecanismos actuará el Estado en los próximos años. Podremos seguir actuando bajo las premisas de los beneficios al corto plazo o actuar para el desarrollo de un país productivo con justicia social y profundización democrática. El segundo camino tendrá grandes oposiciones pero estamos convencidos de que es el que nuestro pueblo necesita. Se trata de seguir construyendo el bloque político-social-radical de los cambios que impulse y defienda el programa de cambio. Vayamos entonces con el programa bajo el brazo y la frente en alto.
[1] Página editorial del “El País” 4 de julio de2010 [2] V Congreso extraordinario “Zelmar Michelini"

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