viernes, 17 de septiembre de 2010

90 años del PCU: Siempre presentes. (17 de Setiembre 2010)





rente al impacto internacional de la Revolución Rusa de 1917 y de la tradición de lucha de los trabajadores uruguayos, el 21 de setiembre de 1920 se funda el Partido Comunista de Uruguay. Desde ese momento nuestro Partido ha estado enraizado en la mejor historia de nuestro pueblo. Uniendo dialécticamente la solidaridad internacionalista con la lucha por profundizar la democracia, por avanzar en la construcción primero y en el fortalecimiento después, de las herramientas populares a nivel social y político. El PCU no fue una generación producto exclusivamente de los avatares internacionales. Las ideas socialistas no eran nuevas en nuestro país, ya que habían llegado tempranamente con los emigrantes europeos hacia finales del siglo XIX. Vale la anécdota, frente a tantos que se visten de liberales para profesar un profundo anticomunismo: la primera noticia sobre una obra de Marx en Uruguay la dio precisamente José Pedro Varela. A principios del siglo XX, la clase obrera, aunque débil numéricamente, era combativa; preponderaban entre sus dirigentes las ideas anarquistas y social-reformistas. En los años previos a la fundación del Partido Comunista de Uruguay, el país estaba viviendo el proceso de enfrentamiento de los sectores de la oligarquía al proyecto nacional reformista de Batlle. Los enormes avances que implicaban las reformas batllistas tenían límites estructurales que no se tocaron. Su acción política jamás atacó en forma decidida el tema de la posesión de la tierra. En ese sentido, llegó -como máximo- a postular un impuesto progresivo sobre la renta de la tierra y no lo desmerecemos en ese ámbito circunstancial. Por otra parte, en esa época, el batllismo no era mayoritario dentro del Partido Colorado por lo cual tuvo que ir haciendo acuerdos a la externa partidaria y también a su propia interna. Ello implicó transacciones, acuerdo, pactos. Desde el punto de vista internacional buscó jugar entre Inglaterra y EEUU, para poder financiar su proyecto. Cuando analizamos ese período no debemos olvidar que los partidos tradicionales tenían al comienzo del siglo XX una característica fundamental: eran policlasistas en su conformación y muchas veces sus posturas eran producto de la lucha que a la interna se producía entre los distintos sectores y fracciones de clases que contenían. Pero la orientación fundamental era no romper jamás con el contenido de clases fundamental. Existían fuertes lazos de dependencia personal, lazos clientelísticos que el crecimiento del Estado ayudaría a consolidar y que las propias reformas llegarían a institucionalizar. Las reformas electorales que implantaron el sufragio universal masculino, van a permitir observar la paridad numérica de ambos partidos y las alianzas entre los distintos extremos de los mismos. En este período, que es recordado por sus enormes reformas sociales, el movimiento sindical no perdió jamás su independencia de clase y se movilizó en forma constante para hacer frente al costo de vida. En ese momento de la historia de nuestro país hay que ubicar la formación del Partido Comunista de Uruguay. Inmediatamente fuimos solidarios con la naciente Revolución Rusa, por lo que significaba la primera experiencia de construcción del socialismo. Recién habíamos comenzado a madurar nuestra organización cuando tuvimos que hacer frente a la dictadura de Terra y lo hicimos buscando ampliar el marco de alianzas. Es bueno recordar que en ese momento se dan los primeros intentos de unidad de la izquierda. Los comunistas siempre hemos comprendido que la solidaridad internacional no es ajena a las luchas nacionales. En el marco de esa dictadura “terrista” fuimos parte de la defensa de la República Española que sufrió el aislamiento de los gobiernos capitalistas frente al avance del fascismo. Solidaridad internacional a la que aportamos brigadistas que dieron su batalla hasta las últimas consecuencias. Independientemente de los errores cometidos y asumidos autocríticamente a finales de los 40 y principios de los 50, los comunistas uruguayos de aquel momento estaban insertos en el movimiento social. Tanto es así que pese a nuestra pequeñez ya éramos objeto de investigación por parte de los servicios de inteligencia de nuestro país. El XVI Congreso del PCU (1955) marcó un hito en nuestra propia historia porque su desarrollo permitió la elaboración de la teoría de la revolución uruguaya que ha servido de guía, en adelante, para la acción de nuestro PCU. Ha sido, en sus lineamientos fundamentales, confirmada por el desarrollo del acontecer histórico en nuestro país y en el continente. La década de los 60 nos encontró entre los forjadores de las herramientas unitarias a nivel político y social de los trabajadores y el pueblo. La dictadura fascista tuvo como objetivo destruir la acumulación de fuerzas de nuestro pueblo y por eso buscó destruir cada una de las herramientas unitarias que se habían forjado. En particular buscaron extirpar al comunismo por 50 años de nuestro país. La resistencia continua, tenaz, de cientos de hombres y mujeres del pueblo –independientemente de su raíz y/o compromiso ideológico-político- le hizo romperse los dientes. Hoy es necesaria la memoria fidedigna, cuando algunos trasnochados de los partidos tradicionales reclaman y se arrogan haber sido protagonistas de la derrota de la dictadura. Es momento más que necesario de recordar la verdad a los miles de uruguayos, de las más distintas concepciones políticas, conocidos y anónimos, y en especial muchos de estos últimos que pelearon en forma constante para derrotar al fascismo y lo lograron con entregas valientes de su seguridad y su vida. La reconstrucción democrática nos encontró con un Partido de enorme prestigio social, forjado en las más duras batallas. Se intentó sintetizar las distintas experiencias de lucha (clandestinidad, exilio, cárcel), en un proceso que –cierta y críticamente-, quedó trunco. Porque la crisis de los 90 fue provocada tanto por causas internas como las que provinieron de la derrota de la experiencia socialista del este de Europa. Las clases dominantes, -no hay cómo dudarlose alegraron por lo que creían que sería la desaparición del comunismo en el Uruguay. Sin embargo, los comunistas uruguayos, aunque existan quienes nos consideren tozudos, somos más que eso. Por convencidos de nuestra ideología, porque hemos luchado por la eliminación de la explotación y la construcción de un mundo justo, mantuvimos en alto, más allá de “peripecias” difíciles, la roja bandera de la hoz y el martillo y también las construcciones unitarias a las que contribuimos a construir desde esa convicción (por ejemplo el Fidel y la 1001 en su trayectoria hasta la actualidad tanto como la construcción unitaria mayor que significa el Frente Amplio). En la década de los 90 fuimos reconstruyendo nuestro Partido, procurando no encerrarnos a lamer heridas sino impulsando medidas para enfrentar la estrategia neoliberal que se mostraba como invencible. Tanto se la consideraba así, que algunos la consideraron un tren “al que había que subirse”. Los analistas que hoy se sorprenden del peso de nuestro Partido en diferentes ámbitos, se olvidan de nuestra acumulación histórica, de nuestro compromiso permanente. Son 90 años de historia que conmemoran la lucha de miles de hombres y mujeres por el mundo “del pan y de las rosas”. Un momento de festejo para compartir con nuestro pueblo. Pero quizás –y sin quizás- habrá que analizar cuánto de la cualificación corresponde a “números electorales”, o a “correlaciones numéricas” y cuánto a una construcción que desde 1971 rige desde principios inapelables. Aunque en su aplicación merecen los ajustes que todo principio requiere. Porque más allá de que la historia impone cambios ineludibles, esos principios, por serlo, exigen su carácter rector para cualquier actualización legítima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario