Los sucesos de este último mes del añonos muestran claramente las contradicciones
de un sistema económico basado en
la explotación del hombre por el hombre.
Frente a la crisis inmobiliaria-financiera de
base productiva, los países imperialistas no
dudaron en recurrir a la intervención estatal.
Lo hicieron socializando las pérdidas
para evitar la propagación de la crisis. Sin
embargo, como no pueden solucionar los
problemas intrínsecos al sistema, los efectos
de la crisis adquieren nuevas formas
En diferentes partes del planeta se desarrollan,
de manera entrelazada, diferentes
burbujas económicas que afectarán la vida
de millones de personas en el corto plazo.
Seguramente alguno dirá que estamos soñando
o que somos catastrofistas. Eso no
nos asusta. Ya estuvimos solos en el planteo
de que se aproximaba una crisis capitalista.
No nos alegramos ni nos entristecemos por
las crisis, en tanto son inherentes a los sistemas.
Nos preocupa sí cómo afectan a millones
de seres humanos que pasan a vivir
en la indigencia o a morir de hambre.
Nunca creímos que las crisis por sí solas
generen conciencia en las grandes masas.
Pensar esto es no comprender la importancia
del factor subjetivo. Basta ver cómo en
Europa la derecha más conservadora avanza
y gana en la gran mayoría de los países.
América Latina muestra la otra cara y no
es una casualidad. Los avances de nuestros
pueblos son producto de su grado de
organización y conciencia, del efectivo compromiso
de sus dirigentes con el programa
de cambios, que fue elaborado en años de
lucha social contra el neoliberalismo, y de
la capacidad de enfrentar consecuentemente
al imperialismo que buscará deformar
y truncar cualquier avance.
Así lo entendió el pueblo boliviano al respaldar
masivamente a Evo en las elecciones
del domingo último. En una Bolivia que
ha recibido presiones directas del imperialismo
norteamericano, al apoyar continuamente
a los grupos separatistas.
Debemos recordar que los avances de
nuestra América se han realizado en el
marco de las amenazas verbales, las presiones
económicas, los apoyos a golpes de
Estado y la instalación de bases militares
por parte del gigante del norte.
La situación de Honduras nos tiene que hacer
reflexionar sobre nuevos caminos que
busca EEUU para controlar su patio trasero.
Primero un golpe de Estado, que se rechaza
en función de la supuesta nueva
política exterior. Segundo, se intima a los
sectores golpistas a llamar a elecciones,
para que al final a partir de una votación
fraudulenta se reconozca a un gobierno títere.
En síntesis, estamos ante una maniobra
para blanquear un golpe de Estado.
Asumir este contexto político y económico
como perspectiva para el futuro inmediato
nos debe llevar a desplegar plenamente
nuestro programa de gobierno. El respaldo
masivo del pueblo uruguayo a nuestra fuerza
política, a su gestión de gobierno y al programa
a aplicar en el siguiente período nos
redobla la responsabilidad.
Nuestro pueblo votó por la profundización
de los cambios.
La conformación de un gabinete ministerial
frenteamplista es fundamental para garantizar
la unicidad de la política a llevar adelante.
La participación de la oposición en el
gobierno no implica el cogobernar.
La integración de ministros de la oposición
era una situación compleja de llevar adelante
cuando los programas de gobierno
eran diametralmente opuestos. De haber
existido ministros blancos o colorados tendrían
que llevar adelante un programa que
no era el suyo o renunciar al día siguiente
de asumir. Su papel, como lo han asumido
públicamente, va a ser el de controlar nuestra
gestión desde los entes y servicios descentralizados.
Recordemos que esta participación ya fue
ofrecida en la actual gestión de gobierno;
pero tal negociación quedó trunca en función
no sólo de la cantidad de miembros
que querían en ciertos organismos sino por
un hecho fundamental: no estaban dispuestos
a votar la modificación del Tribunal
de Cuentas y de la Corte Electoral. Obviamente
han aprendido que no pueden
estar por fuera de los organismos del Estado
si quieren aprovechar los logros del gobierno
como réditos políticos.
Ya lo hemos repetido: la campaña política
–en el cuadro de la actual situación constitucional-
no terminó el 29 de noviembre. A
partir de esa noche, todos los movimientos
de los llamados partidos tradicionales
van a estar enfocados en volver al gobierno.
En el corto plazo su intención será revertir
la alta votación del FA en la mayor
parte de los departamentos del país. Y en
aquellos que ya dan por perdidos,
focalizarán sus votos para lograr varios alcaldes.
La inteligencia política nos llama a trabajar
unidos para lograr el objetivo de conservar
las intendencias que tenemos y obtener
otras. Para hacerlo no podemos caer en el
error de las múltiples candidaturas, en función
de una competencia que vanamente
se puede suponer como ayuda. Al respecto,
no podemos olvidar la experiencia reciente
en lo que refiere a las múltiples candidaturas.
Y no vale ampararse en la superación
que logramos frente a tal dificultad.
Lo que vale es registrar adecuadamente la
experiencia.
Somos responsables de la conducción del
país. Por lo tanto, comprendamos los objetivos
de largo plazo y no caigamos en
mezquindades en torno a cargos y
protagonismos, ajenas a nuestra tradición
frenteamplista. Somos una fuerza de cambio
y lo hemos demostrado. Tenemos un
programa en común, una orgánica forjada
por años de luchas. Es sensato y acorde
con nuestra historia que logremos los consensos
para elegir no sólo a nuestros candidatos
a intendentes sino también a qué
compañeros vamos a proponer para las
alcaldías de todo el país.
Llegar a consenso es una tarea ardua pero
no imposible. Pongámonos a trabajar porque
lo importante es el conjunto de medidas
que hacen al bienestar de nuestra población,
y sobre todo a su concientización
aumentada a partir de la coherencia que
desde los principios y su aplicación logremos
afianzar en una confianza
crecientemente sólida por sus principios y
las realizaciones que con ellos se corresponden.
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